En la teoría de Goodman la palabra “símbolo” remite
a todas las formas posibles de “hacer referencia”. Para el filósofo
norteamericano “simbolización” es sinónimo de “referencia”. Por otro lado, Susanne
Langer plantea que “símbolo” tiene un sentido amplio, lo que hace que la
modalidad metafórica resulte una variante de la simbólica
Como el símbolo, la metáfora supone abstracción y
conceptualización, procesos estos que permiten separar determinados semas para
reordenarlos jerárquicamente y construir un modelo de cualidades.
Teniendo en cuenta esto, trataremos de establecer
las diferencias entre metáfora y símbolo. Para ello seguiremos una serie de
ejes y nos basaremos fundamentalmente en el libro de Elena Oliveras La metáfora en el arte (2009)
Desde el punto de vista icónico:
El sujeto al que se hace referencia la metáfora
tiene ya su imagen propia, anterior a la que le presta el término modificador. Mientras
que en el símbolo, el sujeto no la tiene.
En este sentido el símbolo supone una iconicidad
simple, es decir, sólo hay una imagen en el término simbolizante. Mientras que
en la metáfora es doble ya que en ésta se superponen dos imágenes.
En relación con la predicación y la representación:
el símbolo supone una orientación de lo no visible hacia lo visible. Su función
principal es producir la iconización de un referente aicónico
Esto pone en evidencia la función representativa del
símbolo. Es decir, la presentación de una idea
o concepto a través de un ícono.
Al presentar una cosa perteneciente al mundo sensible,
para representar otra perteneciente a un reino carente de imágenes el SÍMBOLO
puede ser definido como sustituto, delegado o representante icónico. Por
ejemplo, la bandera como representante icónico de patria
En cambio, la metáfora cumple una función
predicativa. La misma se trata de una predicación de coexistencia de
determinadas cualidades del sujeto y del modificador.
Al efecto de mostración metafórica, el símbolo opone un efecto de significación o
de representación que subraya la
relación indisoluble significante – significado en el interior del signo.
Mientras que en la metáfora, las imágenes de ambos
términos se superponen y hasta llegan a identificarse (al menos parcialmente).
En otras palabras, el símbolo se manifiesta distinto
a lo representado. No debe llamar demasiado la atención. Es médium y no fin de
la significación.
La metáfora, por otro lado, implica la inmanencia
semántica del modificador dentro del enunciado. En este sentido, la referencia
metafórica es intrínseca, pues el modificador no va más allá de sí mismo para
hacer referencia a otra cosa. Se limita a acentuar, a través de la relación con otro término, sus
cualidades específicas.
En el símbolo, no hay inmanencia o circularidad del
recorrido semántico del modificador sino trascendencia, proyección,
excentricidad semántica. Al no poseer una imagen propia el sujeto semántico
puede adoptar un rango mayor de semas que el sujeto metafórico.
Está ausente, en el símbolo, la tensión o violencia
semántica de las metáforas (su capacidad de hacer coincidir imágenes con semas
incompatibles). No hay tensión (Ricouer) ni paralelismo (Pierce) ni quiebre
lexical rotundo sino proyección lineal de una imagen sobre una idea o concepto.
Los Girasoles son un claro ejemplo de esta
proyección lineal. Las flores, cortadas de la planta y dentro de un jarrón, nos
proyectan hacia la muerte, hacia la decadencia, hacia el paulatino
desvanecimiento de la fuerza vital. Dan aún la sensación de vida, pero van
camino a la desaparición. Algunos tallos se curvan y parecen luchar para
mantener erguidos, firmes, sugiriendo la misma lucha entre la vida y la muerte
que podrían experimentar los humanos. Precisamente el mayor enigma de los
girasoles está en su apelación a lo humano estando totalmente ausente la figura
humana, lo que recuerda una afrmación de Cézanne “El hombre ausente, pero todo
entero en el paisaje”
El
referente simbólico
La metáfora establece una identificación inmediata y
necesaria de sus referentes. En cambio, en el símbolo encontramos “lo universal
y sustancial indeterminado mismo” (Hegel)
El sujeto de la expresión metafórica está siempre
allí en acto, al igual que el modificador. Ambos son visibles o como en la
poesía imaginados.
En el símbolo al igual que en la alegoría la
referencia entre el sentido y la figura exterior no es tan inmediata y
necesaria. No todos pueden decodificar el símbolo. Podrán hacerlo sólo los
“adeptos, los iniciados, los instruidos” (Hegel)
Al no existir una exteriorización completa de la
relación simbólica, ésta se vuelve vaga y confusa. El símbolo apela a la
facultad intelectiva del lector capaz de desentrañar su significado oculto.
El símbolo, sobre todo el artístico, despliega la
más amplia gama de significados alternativos, complementarios y hasta
contrarios.
A diferencia de la alegoría, cuyo sentido se
encuentra “controlado” por una autoridad interpretativa, el símbolo no cuenta
con un control semántico estricto. Por eso, la proyección subjetiva juega un
papel importante.
Un símbolo, una vez concebido, se difunde entre la gente
y, a través del uso, su significado crece; su contenido se enriquece y se
multiplica a lo largo del tiempo por las sucesivas interpretaciones y
experiencias del sujeto.
Base
natural, convencional y vital del símbolo
El símbolo posee una fuerte base vital, es decir que
requiere del conjunto de vivencias que un grupo social comparte a lo largo del
tiempo. Así, de las tres bases del símbolo –natural, convencional y vital- esta
última resulta “esencial y definitoria”.
En lo que respecta a las metáforas, sólo las “connotativas”
participan de la base vital del símbolo. Para decirlo en términos de la lingüística, la metáfora puede presentarse
como un fenómeno del habla, individual, mientras que el símbolo es siempre un
fenómeno de la lengua, compartido por una comunidad. Dice Monroe C. Beardsley
al respecto:
Lo
que un pintor puede simbolizar no es un tema de su voluntad. No importa lo que
diga; él no puede pintar una zanahoria y hacerla simbolizar la Revolución de
masas.
En este sentido, el estudio de los símbolos no
concierne a la intención del artista sino a la historia de una comunidad.
Si consideramos la base natural del símbolo –basada en
relaciones de semejanza-, éste se acerca a la metáfora.
Puesto que el referente del símbolo carece de imagen
propia, su semejanza con el término modificador icónico se ejerce no sobre la
forma física sino sobre atributos o connotaciones. De allí que no encontremos
equivalentes del símbolo entre las metáforas “denotativas”, basadas en la
semejanza de formas del sujeto y del modificador. Sí los encontraremos entre
las metáforas “connotativas”.
La base natural es prominente en el caso del sol
como símbolo de la vida, en el alambre de púa como símbolo del estado
totalitario o en el pájaro como símbolo de la libertad.
Los
símbolos artísticos
Elena Oliveras plantea que para llegar a identificar
un símbolo artístico es necesario entender cómo funciona dentro de un
determinado contexto. En el contexto de una obra literaria, cualquier elemento –un
puente, una puerta, un animal- que ocupe un lugar central o que posea una
ubicación anormal o desviada dentro de un contexto puede convertirse en
símbolo. Tal situación responde a lo que Beardsley llama “principio de
prominencia”. Junto al “principio de congruencia” resulta fundamental en la
individualización del símbolo.
1) Principio de prominencia: se
refiere tanto a la acentuación del término simbólico como a su desvío, es decir
al hecho de que “no debía-estar-allí”. Su presencia inusual y sorprendente
produce un excedente de significación que Beardsley encuentra particularmente
expuesto en el Coloso de Goya y en Miserere y Guerra de Roualt. En ambos
casos, las figuras aparecen inusualmente destacadas, con extrañas
iluminaciones. En la obra de Roualt se observa, además, la ausencia de
indicaciones relativas al acto de sembrar siendo que la figura central es,
precisamente, un sembrador.
2) Principio de congruencia: da
cuenta de una selección de connotaciones que mantienen coherencia con el
contexto. En este sentido el sembrador de Roualt se presenta como símbolo de
esperanza, constancia, paciencia y humilde actitud hacia Dios y hacia la
naturaleza mientras que el coloso de Goya, con significados menos claros, se
presenta como un símbolo de fuerza y de poder destructivo potencial.
En algunos casos, el símbolo puede encontrarse
determinado por su contexto; en otros, remite a textos abiertos, ligados a
nuevas cadenas de significación.
Símbolo
y alegoría
La palabra alegoría
deriva del griego allos (otro) y
agoreuein (hablar en asamblea). La alegoría es parte de la esfera del
logos. Podríamos definirla como una figura de la hermenéutica que presenta un
referente inmediato para hacer referencia a un referente último, mediato. Según
Barthes, la alegoría es un acertijo, una escritura compuesta de imágenes que el
lector debe descifrar. Supone la presencia de un texto previo al que
permanentemente se hará referencia. De allí que haya sido considerada como
discurso “ilustrativo”, íntegramente decodificable. La alegoría persigue la
transmisión más clara del pensamiento, como lo vemos en textos filosóficos, por
ejemplo la alegoría de la caverna de Platón, y en algunos relatos bíblicos.
Dentro del género alegórico se ubican las
narraciones de estructura simple
(fábulas, parábolas) o complejas (la Divina
Comedia, por ejemplo). Ligados a ese género hallamos, en el orden visual,
los emblemas, las insignias y los escudos.Las leyendas que acompañan el mensaje visual del emblema cumplen con una función similar a la del texto alegórico previo: anclar de manera inequívoca un significado. Si bien el camino para llegar al significado de emblemas y alegorías puede resultar tortuoso, una vez alcanzado es claro y unívoco.
Al hacer referencia a otros textos, la alegoría nos
coloca frente al problema de la intertextualidad. Para que el texto fundante
sea alcanzado es preciso que el intérprete cuente con especiales competencias
enciclopédicas. Siempre la alegoría supone una clave interpretativa.
Cuando la clave interpretativa de la alegoría se ha
perdido, es posible leerla literalmente. Sin embargo, como observa Eco
siguiendo a Grice, el lector observa “una excesiva abundancia de particulares
acontecimientos” que fomenta la sospecha de que las palabras de que las palabras
tienen un segundo sentido. Por otra parte, la razón por la que muchas veces la
alegoría llega a ser identificada es porque el texto hace uso de imágenes ya
codificadas, reconocidas como alegóricas (por ejemplo, la imagen de la selva
como símbolo del pecado en la tradición medieval).
Ahora bien, si bien es cierto que el control de un
co-texto previo y de una autoridad interpretativa puede poner límites al
mensaje alegórico, es erróneo rechazar su posibilidad de conformar una obra
abierta. Las diferencias entre el símbolo y la alegoría no son, en
consecuencia, del todo estrictas. La dimensión estética también puede tomar
cuerpo la modalidad alegórica.
Metáfora
y alegoría
La alegoría es un tipo de narración que incluye un
conjunto de metáforas. Puede ser definida como una “metáfora continuada”. Así la
entiende Du Marsais:
La
alegoría tiene mucha relación con la metáfora; no es más que una metáfora
continuada. La alegoría es un discurso, en primer lugar presentado bajo un
sentido propio, que parece toda otra cosa de lo que se desea hacer entender y
que, sin embargo, no sirve más que de comparación para hacer inteligible otro
sentido que no se expresa. La metáfora une la palabra figurada a un término
propio, por ejemplo, “el fuego de tus ojos”; allí tiene un sentido propio,
mientras que en la alegoría todas las palabras tienen un sentido figurado, es
decir que todas las palabras de una frase o de un discurso alegórico forman, en
primer lugar, un sentido literal que no es el que se desea hacer entender.
Un ejemplo de la estructura secuencial y narrativa
de la alegoría lo da el Biotrón de
Luis Benedit (1937). Una serie de metáforas se convierten en tramos de un mismo
relato sobre la vida y sus variables, desde las formas más cómodas a las más
riesgosas o trabajosas. Es evidente que el artista no quiere concretar un
experimento científico con abejas sino que intenta, a través de él, decirnos
otra cosa, hablarnos de una forma de comportamiento humano, ligado al menor
esfuerzo. Puede sorprender que, pudiendo las abejas elegir entre permanecer
dentro de un hábitat artificial o bien salir al exterior para volar libremente,
pero con la dificultad de conseguir alimento,
prefieran la facilidad de la primera opción. Poco parece importar que el néctar
que producen flores automáticas sea artificial.
Desde el punto de vista retórico, se consideró
tradicionalmente que la alegoría –en tanto narración- es un género, mientras
que la metáfora es un tropo, es decir un término desviado del sentido literal
Estimada Andrea, ¿podría añadir la bibliografía? Gracias.
ResponderEliminarMe ha aclarado las diferencias, muchas gracias desde Argentina
ResponderEliminarMuy interesante , ya que hay muchas discrepancia con estos términos .
ResponderEliminarAlguien puede ayudarme diciendo me un poema q tenga alegoría, metáfora y símbolo... Por favor...
ResponderEliminarQuiero un poema donde este señalado la metáfora , la alegoría y el símbolo en un solo poema por FA
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